En el periodo antiguo 6000 AC al 600 DC la preservación de los cadáveres comienza por los egipcios. Ellos creían que, una vez fallecida la persona el alma o espíritu regresaba al cuerpo después de los 3000 años. Estas tendencias, mayormente religiosas, llevaron a éstos a buscar la forma de conservación de la materia, no importando el aspecto del cadáver, solo la preservación era lo importante.
En el periodo Medieval 600 DC al 1850 DC., esta etapa se conoce como la época oscura del embalsamamiento y solo se conocieron unos pocos procedimientos efectuado a finales del siglo XV.
Ya en el periodo moderno 1850 al presente surgen nuevas búsqueda de cómo preservar los cuerpos debidos mayormente a las guerras. Hombres que fallecían lejos de sus Países de origen tenían que ser trasladado y se necesitaba presérvalos para poder conservar la materia. De esta forma sus familiares podrían tener la oportunidad de prestar sus últimos respetos a su ser querido. También les daba la oportunidad a las famillas de ver esa persona por última vez, despedirse, rendirle tributos, hacer servicios religiosos con el cuerpo presente. En fin, dar a esa persona amada ese últimos adiós.
Con este mismo propósito, cada día fueron surgiendo nuevas ideas de cómo honrar por última vez a nuestros seres queridos. Se fue progresando día a día. Se descubrieron métodos de inyección a través del sistema arterial, la conservación de las cavidades anatómicas, químicos preservantes con formulaciones específicamente para este propósito, instrumentos de restauración y cosméticos, pero más que nada se comenzó a tratar de crear una expresión de sueño en el cadáver. De esta forma los familiares tendrían un recuerdo más agradable y podrían conservar en su memoria a aquellos a quienes amaron en vida.
Surgen funerarias modernas, con capillas para la velación, coches fúnebres modernos, para trasladar los restos mortales hasta su ultima morada, artículos religiosos, tales como: rosarios, Biblias, crucifijos, libro memoriales, tarjetas recordatorios, tarjetas de agradecimiento, en donde la familia agradece a los que los acompañaron en este momento, en fin, todo esto para conseguir la conmemoración de un ser querido.
Nosotros los servidores de esta ultima etapa de la vida, somos los llamado a mitigar el dolor por el cual esta atravesando esa familia en esos momentos de dolor, a orientarles, a ayudarles a pasar ese momento de tristeza lo más confortable posible. Hemos olvidado por un sinnúmero de detalles que quizás en el momento de un fallecimiento, no creemos que sean importantes. Luego con el transcurrir del tiempo nos damos cuenta que las familias que han pasado por esta situación, se sienten vacíos. Nunca tomamos el tiempo suficiente para orientar a la familia acerca de como conmemorar a nuestro ser querido.
Ahora nos hemos dedicado a hacer todo lo más rápido posible. Trasladamos el cadáver a nuestras facilidades en la tarde y lo enterramos la mañana siguiente. Cremamos el cadáver en la mañana, en la tarde le ofrecemos un servicio religioso, nos despedimos de los familiares que vinieron en ese momento, y ahí terminamos el proceso.
Una vez pasan algunos días, esta misma familia comienza a experimentar ese vacío, se da cuenta que, nosotros lo funerarios, no tomamos en consideración el momento por el cual ellos pasaban y no les orientamos. No les indicamos que este momento llegaría y una vez enterrado o cremado el cuerpo lo único que iban a tener era un recuerdo. No conservamos ni siquiera un algo, y ya es tarde, ya no podemos dar marcha atrás.
Que pena, aquel amigo funerario que era el llamado a orientar a la familia en ese instante, a indicarles todo lo que pudieron haber hecho para que esta conmemoración que le debemos a nuestros seres queridos fuera un bonito recuerdo que quedara para siempre en nuestra memoria, no lo hizo. Solo vendió un servicio y se olvidó las razones principales de la fiesta, si la fiesta. Dentro de nuestro dolor, el fallecimiento de un ser querido debería ser una fiesta. Donde conmemoráramos y celebráramos el haber tenido un hermano, unos padres, unos familiares, unos amigos. Así mismo deberíamos tener algo en nuestro poder que nos recordara que esta persona existió. Pero no, ahora hacemos todo lo mas rápido posible y nos olvidamos hasta el ¿por qué? se da la fiesta.
¿Acaso cuando vamos a una fiesta no quisiéramos que nunca terminara? ¿No estamos pendientes a que haya buena música, buenas bebidas, baile y que no falte nada? No llevamos de la fiesta siempre un recuerdo en las manos. Hasta he llegado a ver personas peleándose por el adorno de las mesas. Así mismo deberíamos hacer a ir a prestar nuestros últimos respetos a un ser querido. Velar que el festejado esté bien presentado. Que tenga una vestimenta bonita. Que haya recuerdos que nos podamos llevarnos con nosotros, para que siempre que lo veamos recordemos lo bien que la pasamos en esa ultima fiesta y lo bueno que fue tener a esa persona con nosotros.
Comencemos a recobrar ese momento de conmemoración, expliquemos a las familias todo lo que conlleva un buen servicio funerario. No dejemos que el tiempo y la prisa nos traiciones, tratemos de hacer este proceso final de la vida no solo un negocio. Orientemos a bien a los familiares para que después no quede ese vacío, y que seamos nosotros los culpable o no sintamos cómplices y responsables de lo que pudimos hacer y no hicimos.
Somos nosotros, lo que estamos en este ramo, los llamados a recobrar todo el negocio que hemos tirado por la prisa, por las ventas rápidas, por solo hacer de este campo un asunto económico, no tomando en consideración la parte sentimental de las personas que se nos acercan buscando ayuda y del servicio tan bonito que prestamos a la sociedad.
Conmemoremos a nuestros muertos.
Ganemos no solo un cliente más sino un amigo. A larga veremos más ganancias en nuestros negocios y habremos hecho nuestra contribución al mundo.
Miami, Florida
email: carlos@libroscolon.com
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